Un año antes de la tierra de los altares, Sofia Peypoch exploraba también las relaciones entre cuerpo e imagen en tornen lágrimas a incendios. Grabado con la cámara del teléfono móvil, la directora mexicana explora las imágenes nocturnas de un paisaje a través del píxel. En consecuencia, lo digital y lo natural pasan a ser uno, con el cuerpo como mediador. El sujeto se fusiona con el medio en su materialidad y en lo mundano encontramos lo poético. El cortometraje arranca con las palabras “Esta es una colección de instantes perpetuados por tu ausencia” y acaba con la imagen pixelada de un cuerpo recostado en una cama. La idea de hogar se ve envuelta por la oscuridad, y el silencio esconde la palabra. La potencia de la imagen se halla en la no-imagen, en aquello que la cámara no logra capturar/reconocer, en el registro de la noche y todo lo que en ella no se llega a ver. tornen lágrimas a incendios es una propuesta tan corpórea como etérea; una oda al cuerpo (dentro y fuera del plano); o, en palabras de Peypoch, un “ejercicio ocioso sobre la imposibilidad de explicarle a alguien más lo que es habitar un cuerpo”. DANIELA URZOLA