No es casual que la película de Anastasia Braiko, Anastasia Veber y Egor Sevastyanov, producida en la Escuela de Nuevo Cine de San Petersburgo, haya sido reconocida en festivales de la talla del Internationale Kurzfilmtage Oberhausen. Sus directores, el colectivo Art Union Marmelade, han logrado convertir las premisas de producción de un filme de estudiantes con actores no profesionales en un dispositivo cinematográfico inteligente, salvaje y subversivo. El plano inicial de Syndrome IO muestra el rostro congestionado de un adolescente en el momento que antecede a la catarsis de la violencia. Esta pulsión, junto con la pasión amorosa desenfrenada, conforma una dialéctica estructural en la que el relato funciona como un laboratorio donde se experimenta y se pone a prueba el propio código narrativo. Y mientras el cuerpo se deja llevar por las incitaciones maquiavélicas de un sistema social que también tiene el poder de deconstruirlo, suena la bella e inquietante música de Martynov. RAMÓN DEL BUEY