Scales comienza con un suceso desgarrador: un sacrificio ritual que define a todos los habitantes de un poblado de pescadores. Desde los primeros instantes de la cinta, la tradición se impone por fuerza a la voluntad de los hombres a la vez que perpetúa el trágico destino de las mujeres.
Shahad Ameen regresa al universo de fantasía que ya comenzó a edificar en su cortometraje Eye & Mermaid (2013), posando esta vez su atención en una isla varada en el tiempo, donde lo fantástico y lo poético se funden en un estilo visual y sonoro muy particular plagado de contrastes (la sequedad del paisaje rocoso y la inmensidad del mar que rodea la isla; los cantos árabes de los pescadores y el silencio que comparten sus esposas e hijas). Incluso el espacio funciona como una gran división entre lo masculino y lo femenino, una dicotomía que se concreta en elementos visuales (los barrotes de las ventanas, las alambradas o las puertas) que definen los límites de lo que les está permitido a ellas. Una alegoría que, desde el plano simbólico (favorecido por un blanco y negro que agudiza la dimensión mitológica del relato), desmitifica las costumbres de una sociedad patriarcal que estigmatiza lo femenino, excluye a las mujeres del concepto de libertad y silencia la brutalidad opresiva contra sus cuerpos.
Hay una mirada optimista en Scales, una ruptura con los parámetros con que la sociedad define a la mujer como una otredad sin destino definido. Una reivindicación que se articula sin renunciar a la fábula, valiéndose de los códigos del cuento para subvertir tradiciones y mitos. CRISTINA APARICIO