Un viejo guerrillero sigue en pie. Es Masao Adachi, leyenda viva del arte político y uno de los creadores más importantes del cine japonés. Colaborador de Kōji Wakamatsu, Nagisa Ôshima, realizador de cimas como Wan (1961) o AKA Serial Killer (1969) y militante por la liberación de los oprimidos, Adachi representa la energía y el empuje del cine más arriesgado e inconformista. En su permanente desafío al orden dominante, se comprometió a principios de los años setenta con el Ejército Rojo Japonés y, renunciando a trabajar para el cine, desapareció de la circulación. Entre 1971 y 1999 residió en el Líbano, colaborando con el Frente de Liberación de Palestina, hasta que fue detenido y deportado a Japón. Tras pasar un tiempo bajo arresto domiciliario, retomó su actividad cinematográfica con intactos vigor y atrevimiento. Su última andanada es un retrato urgente de Tetsuya Yamagami, el hombre que el 8 de julio de 2022 asesinó al exministro Shinzo Abe en un acto de campaña electoral. Producida en apenas dos semanas, Revolution+1 mezcla ficción y documental para cuestionar los mismos cimientos de la democracia nipona, acercándose además a la figura de Yamagami sin ningún tipo de prejuicio. Película abismal, compleja y controvertida, Revolution+1 nos zarandea con preguntas muy pertinentes sobre nuestra libertad y nuestra capacidad de cambiar un mundo injusto. Certifica también que los ideales que animaron y aún animan a Adachi son más necesarios y siguen más vivos que nunca. GABRIEL DOMÉNECH