Ocurre que a veces nos despertamos bruscamente con una situación política extraordinaria que nos recuerda que existen sociedades enteras que siguen resistiendo día a día frente al estado de represión, crimen y violencia que les ha tocado vivir. A veces el cine, y las artes en general, reaccionan explícitamente a esas situaciones y entonces hablamos de esas películas como un cine político y necesario, haciendo de eso (y sólo de eso) una virtud. Pero obras como Meteors, de Gürcan Keltek, nos recuerdan además el magnífico poder expresivo que ofrece el cinematógrafo. El mayor operativo militar del gobierno turco contra el pueblo kurdo se convierte dentro de la pantalla de cine en una fascinante visión del horror a través de la textura poética de sus imágenes, los claroscuros que nos recuerdan al mejor Béla Tarr, y un sonido creado alrededor de los recuerdos y grabaciones de la escritora kurda Ebru Ojen. Desde los testimonios urgentes registrados con los móviles hasta una excepcional lluvia de meteoritos, ahí está el maravilloso espacio donde el cine más personal dialoga, sin complejos, con nuestra Historia, en mayúsculas. La mejor película política del año. FERNANDO VÍLCHEZ