¿Qué pasaría si un día despiertas y tu rostro se ha transformado por completo? ¿Sigues siendo tú esa persona que ves en el espejo o te has convertido en alguien más? ¿Ha cambiado sólo tu cara o, con ella, también tu identidad? ¿Es acaso posible separar una de otra? En El rostro de la medusa, la cineasta argentina Melisa Liebenthal parte de la relación de observación entre humanos y animales para proponer una reflexión sobre la identidad que desafía el antropocentrismo. Analizando la mirada que se establece entre humano y animal, Liebenthal traza el rostro y lo reduce a una mínima expresión, explorando así las distintas configuraciones y reconfiguraciones que pueden surgir entre dos o más rostros, sean estos de una misma especie o de especies distintas. El rostro de la medusa toma forma en una especie de cadáver exquisito cinematográfico en el que confluyen distintos lenguajes: desde el dibujo y las intervenciones digitales hasta las secuencias de montaje que la directora construye con fotografías (de su pasado o tomadas por ella misma) y en las que plantea un juego con las posibles combinaciones de rostro para cuestionarse sobre el lugar de dónde venimos y el porqué de cómo somos. De ese modo, en lo absurdo y excéntrico de la premisa inicial encuentra el film, a medio camino entre lo dramático y lo cómico (en ocasiones jugando con los códigos de la comedia de enredo), su reflexión más profunda. Una que parte del afuera para preguntarse sobre lo que está dentro; de la mirada para revelar lo que hay detrás del ojo que observa. DANIELA URZOLA