No se puede describir el cine de Júlio Bressane sin subrayar la vitalidad que palpita en cada uno de sus nuevos filmes. Con un trasfondo tan tortuoso como los enredos sentimentales narrados por Joaquim Maria Machado de Assis en Dom Casmurro, la última película del realizador brasileño logra irradiar los colores de la pintura de Pedro Peres o danzar a ritmo de samba con Exaltação à Mangueira, pero también sostener al mismo tiempo un relato tenso sobre los tormentos y enveses del amor. El estilo tardío de Bressane se expresa aquí por medio de la sutileza y la depuración del retrato como técnica cinematográfica. La cámara captura una serie de episodios domésticos con movimientos mínimos, a veces incluso desde el estatismo, y la concatenación de los retazos de algunas de las acciones llevadas a cabo por el cuarteto protagonista acaban conformando un universo hechizante y hermético, donde el acceso a la bulliciosa vida anímica de los personajes tiene lugar a través de la contemplación de sus rostros, pero asimismo mediante la escucha de sus encendidos diálogos y sus soliloquios filosóficos.
El aroma de las rosas que decoran las habitaciones o que se divisan en los cuadros parece inundar las estancias de una fragancia que contrasta con el drama escenificado en ellas. Y esto es Capitu e o capítulo: un equilibrio delicado entre el conflicto razón-corazón, una hoguera que arde con el fuego de la liberación de las pulsiones, y se sofoca alternativamente con la fría calma de la reflexión teórica. RAMÓN DEL BUEY