Las películas de Ivan e Igor Buharov (pseudónimos de Kornél Szilágyi y Nándor Hevesi) son como cubos que ruedan. Slow Mirror (2007) es una concatenación de situaciones pintorescas que no dejan de apelar a cuestiones esenciales como las relaciones entre individuos, la muerte y la paranoia. La artificiosidad y genialidad de los cineastas húngaros se manifiesta a partir de intersecciones narrativas, tramas que se conectan y desconectan bajo el arbitrio del sueño en el que todos y ninguno están conectados. Porque lo que empieza de manera grotesca y no menos hilarante siguiendo a un único personaje, se transforma deprisa en una maraña temática que no tiene miedo de mezclar tramas, espacios, géneros y registros. Un hombre en silla de ruedas que tiene un objetivo que cumplir, una muerte cómica recreativa que llevará a la viuda a tener más de un nuevo pretendiente, etc. Las tramas y subprocesos de arranque visceral se mezclarán con una nueva visión de la ficción a través del misterio, lo ritual y lo soñado. Y entre lo inocente y la pesadilla se quebrará la objetividad del mundo, reforzando la no linealidad del espacio y el tiempo y constituyendo un raro y deslumbrante onirismo trash.

Filmada en un sobrecogedor súper 8 ampliado a 35mm, Slow Mirror materializa ideas fracturadas en un «monstruo de Frankenstein» inigualable; algo único dentro del panorama húngaro que se retrotrae a los vídeos caseros y a las ficciones underground, pero partiendo de premisas laberínticas y de ideales actualistas. Aquí todo es presente y el espejo tarda demasiado en reflejar la realidad, consiguiendo así generar una serie de disyuntivas bárbaras que terminan por convertir lo cotidiano en extraño y viceversa. BORJA CASTILLEJO CALVO