En su ópera prima, Diana Toucedo se embarca en un ejercicio de transmutación de la materia fílmica, hasta obtener un objeto único surgido de la mezcla de lo que bien podrían haber sido dos películas regidas, a priori, por muy diferentes leyes genéricas. En esa operación de tintes alquímicos, cobra especial relevancia el trabajo de la editora Ana Pfaff, que junto con la cineasta gallega –también curtida en la ciencia del montaje- logran que un viaje que empieza en el documental etnográfico –el repaso de los quehaceres diarios de los habitantes de la pequeña aldea de O Courel- termine felizmente en el fantástico (referencias góticas incluidas). No estamos, sin embargo, ante un desplazamiento lineal, sino que a lo largo del metraje los ojos del espectador se mueven de unas coordenadas a otras, atraídos por el magnetismo de unas imágenes que logran que la mitología, la leyenda, emane del paisaje y se convierta, finalmente, en testimonio fundamental de la desaparición de un modo de vida. ENRIC ALBERO