La imagen perturbadora del músculo símbolo de la vida, unida al obsesivo ritmo de las sístoles y diástoles, funge de motor con el que arrancar una indagación en los recuerdos familiares, en las convenciones sociales, en la existencia y su opuesto, realizada y montada, nunca mejor dicho, a corazón abierto. GABRIEL DOMÉNECH