Es la imagen quieta, casi congelada, de algo que parece una persona (¿es una persona o un demonio?) que alza los brazos y, de modo fascinante, consigue que los rayos caigan del cielo, como invocados y liberados por ese ser extraño y fantasmal. La tierra retumba, el sonido estruja y las imágenes deslumbran por su rigurosidad. Partiendo de las historias sobre la maldita Santa Compaña galega y de los poemas de Rosalía de Castro (la gran figura de la poesía española moderna), Canoura consigue una atmósfera de otros tiempos, donde los mitos luchan con los elementos más terrenales. Espectros, fuego y abstracción. Paradójicamente, el regreso a las raíces nos termina empujando a límites desconocidos. O, dicho de otro modo, la tradición más cercana a nuestra sangre es, también, atemporal. FERNANDO VÍLCHEZ.